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sábado, 18 de mayo de 2024 04:01h.
Opiniones

El único que se siente aquí seguro es Zapatero

Zapatero tenía tres grandes deberes y ya ha hecho dos: uno, asegurar la mayoría parlamentaria, y dos, dotar el Gobierno de pesos pesados. Le queda el tercero, el más difícil: que España crezca y baje el paro. Si no acierta, lo pasará mal, dentro y fuera del PSOE. Si, por el contrario, endereza las cosas, aún puede haber partido.

Zapatero tenía tres grandes deberes y ya ha hecho dos: uno, asegurar la mayoría parlamentaria, y dos, dotar el Gobierno de pesos pesados. Le queda el tercero, el más difícil: que España crezca y baje el paro. Si no acierta, lo pasará mal, dentro y fuera del PSOE. Si, por el contrario, endereza las cosas, aún puede haber partido.

Si algo ha demostrado el presidente en esta crisis es que no está noqueado. Al contrario, ha demostrado que se siente seguro y que controla tanto el Gobierno como el PSOE. La mayoría de los cambios son de libro, empezando por el de Rubalcaba, que estaba cantado, si bien pueden no ser todos los necesarios: el área económica exige más nivel, porque la economía no se arregla comunicando mejor, sino gobernando mejor el país.

Dentro de la familia socialista están en un equilibrio inestable, donde nadie puede sentirse del todo seguro, salvo Zapatero, quien al tiempo que se ha asegurado la mayoría en el Congreso ha neutralizado el riesgo de conjura para sustituirle. Su salvavidas se llama Alfredo Pérez Rubalcaba, un vicepresidente que, llegado el caso, podría aspirar incluso a más; es decir, a relevar al propio Zapatero. Si así sucediera, nadie se llevaría las manos a la cabeza, lo que prueba la capacidad y la habilidad del ministro del Interior, un superviviente de la era de Felipe González. Todo lo demás tiene su importancia pero es secundario para ZP, cuya tranquilidad dentro del PSOE le será garantizada por el presidente Marcelino Iglesias, un hombre de su máxima confianza, que ya había decidido no volver a presentarse en las elecciones aragonesas.

El gallego José Blanco sabe que estos cambios en el Gobierno y en el PSOE no están hechos a su medida –probablemente él los haría de otro modo– pero sigue vivo e incluso puede vender que gana, pues incorpora Vivienda a Fomento y podrá tocar ciertas teclas en la coordinación electoral de los socialistas. La que cae es su paisana Elena Espinosa.

A Blanco le pasa un poco como a Carme Chacón: siguen estando bien, pero bien donde estaban y no más arriba, que es lo que en el fondo esperan. ¡Quién se lo iba a decir a ellos, que cuando colocaron a Zapatero en el camino hacia la Moncloa eran cortejados por Alfredo, que, consciente de su talento y del vacío que intuía en el PSOE, solo necesitaba que el joven líder socialista de entonces se diese cuenta de todos sus encantos! Le dieron cancha y vaya si triunfó ante ZP, hasta convertirse en su salvavidas, en su paraguas y en lo que haga falta.

La pena para Zapatero y, sobre todo, para los españoles es que no haya otro Rubalcaba económico, el frente más débil del país y del Gobierno. Puede ser muy importante comunicar bien lo que está pasando con la crisis, ya que en realidad ésta no solo afecta a España, sino a muchos otros países –solo hace falta ver lo que sucede estos días en Francia, Gran Bretaña o Alemania, naciones con gobiernos de los que le gustan a Rajoy–, pero con eso no basta. Si bien el miedo a la derecha pudo haber sido útil en otros momentos de la democracia española, lo que hace falta ahora no es sembrar el miedo a nadie, sino gobernar bien, mirando a la economía. Por eso no deja de sorprender que el gran cambio de ayer sea más político que económico.