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sábado, 18 de mayo de 2024 03:17h.
Opiniones

Arnaldo Otegi vuelve al primer plano

Dos entrevistas, la de Arnaldo Otegi en El País y la de Íñigo Urkullu en Europa Press, arrojan algo de luz al túnel que conduce al final de ETA. Pero una cosa es que el túnel se ilumine y otra que se haya alcanzado la salida, para la que aún falta.

Dos entrevistas, la de Arnaldo Otegi en El País y la de Íñigo Urkullu en Europa Press, arrojan algo de luz al túnel que conduce al final de ETA. Pero una cosa es que el túnel se ilumine y otra que se haya alcanzado la salida, para la que aún falta.

Otegi recupera credibilidad de la mano del diario más influyente de España, que se presta a difundir una amplia entrevista por cuestionario en la que el líder abertzale toma distancias de la violencia. Y casi al mismo tiempo, Urkullu reconoce la madurez de la izquierda abertzale y se ofrece para buscar la salida del túnel, dada su capacidad para hablar con unos y con otros. En otras palabras, ha vuelto Otegi al primer plano y el PNV ya tiene su papel en el probable final de ETA. Será un ¿”discreto”? mediador que, ya de entrada, canta la jugada. Cuando menos, curioso.

El diario abertzale Gara también interviene en esta cuidada puesta en escena y se apunta a poner en valor las declaraciones de Otegi, aunque con una mirada muy distinta a la de El País: mientras desde Madrid se destaca de las palabras escritas de Otegi que “la estrategia independentista es incompatible con la violencia armada”, desde Euskadi se recuerda que el avance del proceso democrático “depende de nosotros”. ETA esta vez permanece callada, arrimada a su tregua provisional, pero se supone que no ajena a lo que está pasando.

La principal novedad de este nuevo proceso –a estas alturas habrá que llamarle así– es la aceptación por parte del abertzalismo de que el cese de la violencia debe ser previo a cualquier otra decisión, de ahí la apelación de Urkullu a la madurez de Batasuna. Pase lo que pase, no es una mala noticia. Más complicada parece una segunda novedad: Otegi quiere recolocar Batasuna en la arena política –léase, elecciones– sin condenar a ETA, lo cual solo sería posible si ETA desapareciese o al menos dejase de matar, ya que en ambos casos no habría atentados que condenar, partiendo de que su nueva estrategia política es incompatible con la violencia armada.

Estamos ante un andamiaje político muy delicado, en el que además el Estado no puede aparecer implicado de ninguna manera, de ahí que el papel de Urkullu pueda tener cierta relevancia, máxime cuando el PNV apoya ahora al Gobierno español pero no tiene responsabilidades en el Ejecutivo vasco. Lo que sí parece evidente es que el final de ETA no admite un discurso de brocha gorda, sino todo un encaje de bolillos, con el agravante de que hoy por hoy el escepticismo ciudadano es muy superior al de procesos anteriores, saldados con mucha frustración e incluso muertes.

La actitud del Partido Popular, de momento en sintonía con el Gobierno, que insiste en exigirle a ETA el abandono de las armas sin condiciones, tiene también mucha importancia, ya que si bien no es un agente llamado a protagonizar las conversaciones, es evidente que puede torpedearlas. De momento, ha optado por plantear una demanda de luz y taquígrafos que es comprensible, aunque no sea realista. Como advierte Urkullu, parece tratarse más bien de un trabajo que requiere discreción. Empezando por la suya.