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sábado, 18 de mayo de 2024 08:42h.
Opiniones

¿Va mal Alemania por ser un Estado federal?

Hace poco más de un siglo, España tenía cuatro grandes problemas: la forma de Estado, la religión, el modelo económico y la cuestión territorial. El ex presidente Manuel Fraga, que es el político más veterano en activo, cree que de esos cuatro problemas “habernos quitado tres, no está mal”.

Hace poco más de un siglo, España tenía cuatro grandes problemas: la forma de Estado, la religión, el modelo económico y la cuestión territorial. El ex presidente Manuel Fraga, que es el político más veterano en activo, cree que de esos cuatro problemas “habernos quitado tres, no está mal”. En su opinión, solo el modelo territorial sigue pendiente, incluso al cabo de treinta años de Estado autonómico, donde no todos encuentran acomodo. Y eso que, como ha subrayado en Xornal un ex conselleiro de Fraga, el jurista Xesús Palmou, en todo este tiempo España fue capaz de hacer frente con éxito a otras crisis económicas y de liderar el crecimiento económico y de empleo en la Unión Europea.

Ahora que las cosas van mal, y sin que el Estado autonómico se pueda dar por definitivo –ahí siguen estando las reivindicaciones nacionalistas de catalanes, vascos y gallegos–, desde ciertos poderes fácticos y conservadores se levanta una ola de ataque frontal a las autonomías, sin considerar a menudo que muchos de los problemas que observan (burocracia, gasto, etcétera) tienen más que ver con las imperfecciones del aparato central del Estado, la red de diputaciones provinciales o el elevado número de municipios que con las comunidades autónomas.

¿Acaso va mal Alemania con una estructura federal? Es evidente que el federalismo español no es el problema de España, más bien puede ser una esperanza, si se consigue que funcione. Cosa distinta es que no se estén haciendo bien los deberes y que las autonomías no suplan, por ejemplo, el papel de las diputaciones; agrupen de manera eficiente sus ayuntamientos y, a la vez, asuman su papel frente a la crisis, lejos de hacer dejación de funciones teniendo como tienen en su poder las competencias necesarias para actuar en casi todas las políticas microeconómicas, esenciales para la creación de empleo.

Zapatero acaba de reunirse con casi 40 grandes empresarios y ojalá que eso sirva de algo, pero ¿no sería más útil que lo hiciese también con los presidentes autonómicos, implicándoles, de verdad, ante esta crisis que amenaza el futuro de España?

Desde Galicia hay que celebrar que voces como la de Palmou se alcen en defensa del Estado de las autonomías frente a la caverna, pero también podemos hacer autocrítica. Al Gobierno de Feijóo le corresponde en ese sentido el liderazgo, tanto para poner en valor su propia existencia como para dotar de contenido su política económica, sin renunciar de paso a abrir el debate sobre las diputaciones y los ayuntamientos. Siempre será mejor hacerlo a tiempo y con tiempo que no por decreto, de un día para otro, como en Grecia. Por fortuna para Galicia, aquí el ciclo político tiene calendario por delante y Feijóo dispone de margen suficiente para pactar con la Oposición no solo un buen Estatuto sino también una nueva estructura político-administrativa en la esfera local y provincial. Si triunfa en ese empeño, el presidente gallego no solo habrá hecho una gran aportación a su país, sino que podrá ser un referente político (y no solo mediático) en toda España, que es lo que en el fondo le gusta.