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domingo, 05 de mayo de 2024 20:31h.
Opiniones

¿Hablamos de la fusión, de verdad?

La Caixa, que es una de las contadas entidades financieras de España que no tiene problemas de solvencia ni de liquidez, ya ha reconocido que estudia su conversión en banco. Es más, tiene intención de cotizar, como ya hace su filial Criteria, una especie de CXG pero a la catalana; es decir, a lo grande.

La Caixa, que es una de las contadas entidades financieras de España que no tiene problemas de solvencia ni de liquidez, ya ha reconocido que estudia su conversión en banco. Es más, tiene intención de cotizar, como ya hace su filial Criteria, una especie de CXG pero a la catalana; es decir, a lo grande. El camino de la privatización también es seguido por la inmensa mayoría de las cajas de ahorros que no tuvieron más remedio que afrontar procesos de fusión, engrasados por el Banco de España con una receta que se llama FROB; es decir, dinero del Estado que hay que devolver muy caro y en pocos años. Las cosas, para qué engañarnos a estas alturas, están francamente mal en el sector de cajas, de ahí que estemos viendo los líos que vemos, por raros que nos parezcan o por muy lamentables que nos resulten, ya que desde una visión ciudadana sería mejor que este país mantuviese sus cajas de ahorros en pie, en vez de privatizarlas de mala manera, con prisas y agobios, y sin debate público ni parlamentario, de los de verdad. Pero una cosa es el deseo y otra bien distinta, la realidad.

Viene esto a cuento de algo que también sucede en Galicia, donde la caja más pequeña se colocó (casi) por encima de la más grande en una fusión presentada como paritaria, que preside Julio Gayoso y dirige José Luis Pego, ambos de Caixanova, y en la que nadie quiere hablar –de verdad– de lo que habla todo el sector, de su futuro, de ahí la pregunta: ¿Hablamos de la fusión, de verdad? Porque si incluso La Caixa precisa convertirse en un banco, ¿es realista mantener que NCG será una caja de ahorros durante mucho tiempo? ¿O será más práctico intentar salvar la galleguidad de la nueva entidad de la mejor manera posible?

Sea cual sea la respuesta, lo que no es positivo para NCG es que ya tengamos a una conselleira que anda largando contra quienes invirtieron mal desde alguna caja –¿acaso nos basta con tener culpables del pasado?– y a ciertos personajes de la propia entidad que no en público pero sí en privado admiten las dificultades que entraña sacar adelante Novacaixagalicia. Dicho de otro modo: lo que otros ponen encima de la mesa con todas las letras, aquí lo escondemos mientras por debajo nos damos patadas. No ayudan, pues, a la nueva caixa quienes le hacen la pelota a cambio de prebendas, sino quienes intentan salvarla con soluciones realistas.

NCG, del mismo modo que cualquier otra caja que quiera salir a flote, debe reforzar su solvencia. Es su objetivo prioritario. Y para ello tiene varias opciones: emitir cuotas participativas, generar beneficio recurrente, diluirse en un SIP o convertirse en banco, lo cual no debe ser tan indecoroso cuando La Caixa habla de ello con la misma normalidad que examina, pongamos por caso, la compra de oficinas excedentes de NCG. La emisión de cuotas es tan difícil como improbable –véase la frustrada experiencia de la CAM–, la generación de beneficios recurrentes ojalá sea posible, pero no parece que vaya a dar de sí todo lo necesario, y diluirse en un SIP equivaldría a estas alturas a dejar en ridículo a demasiada gente y a darle nuevos disgustos al presidente Feijóo. En Galicia hay dinero suficiente para que este país no se quede sin una gran entidad financiera, y NCG lo es. Pero hablemos de la fusión, de verdad...