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sábado, 04 de mayo de 2024 20:52h.
Opiniones

¿Cuándo asumirán que el problema es grave?

A pocos días de que Galicia se juegue su futuro financiero, su clase política anda enredada en polémicas estériles, como esta última del presidente Feijóo y el ministro

A pocos días de que Galicia se juegue su futuro financiero, su clase política anda enredada en polémicas estériles, como esta última del presidente Feijóo y el ministro José Blanco sobre si se reunieron o no se reunieron para hablar de la caja; su clase financiera no acaba de creerse lo que está pasando, mientras intenta aferrarse a pactos superados por los acontecimientos, y su clase empresarial se divide entre los que no quieren que les pidan pasta y aquellos otros que cantan cancioncillas en el coro, con letra conservadora y música popular. Desde la Universidad se oyen contadas voces y los medios de comunicación van narrando como mejor pueden lo que pasa, que es mucho pero que puede servir de bien poco. Por momentos podríamos preguntarnos: ¿hay alguien al mando? Incluso: ¿vive alguien ahí?

El contrapunto a unos y otros, pero especialmente a Feijóo, lo puso al final del día el presidente de la Generalitat, Artur Mas. Lejos de ponerse a la defensiva ante una reforma que habrá que hacer sí o sí, el president pactó con Zapatero la mejor manera de hacer los deberes y ya avanzó que la Generalitat –léase también CiU– va a apoyar las medidas financieras en marcha, pendientes de que en breve se haga público un decreto del Ministerio de Economía, que en el caso de Galicia puede ser toda una amenaza. Por sorprendente que parezca, en Galicia todavía hay quien aspira a que se haga una excepción con Novacaixagalicia. Tampoco falta quien pida que, mientras nos ahogamos, nos bajen la luna. El escenario es francamente desolador y, salvo un milagro, todo parece indicar que las cosas pueden acabar mal. A las lágrimas preventivas que ya ensayan algunos podrían suceder los llantos para siempre.

Mas hizo un discurso que contrasta con el de Feijóo y que prueba las tremendas diferencias que separan a Cataluña de Galicia. Ni las formas ni el fondo de su discurso tienen nada que ver con lo que estamos viendo aquí. Podríamos considerar que la situación financiera de Cataluña es más sólida y que, por tanto, poco mérito tienen sus palabras, pero eso solo sería cierto en parte. Mas tiene una caja con no menos problemas que NCG y no por ello renuncia a pactar soluciones que, si le salen, podrá sumar a los méritos que ya afloran en las recientes medidas de La Caixa. Claro que Mas, cuando habla del paro en Cataluña, tampoco dice que ese es un problema de Zapatero, sino que como presidente del gobierno de su país asume que debe aplicar remedios y no lamentos.

Volvamos a Galicia. Aquí ni hay liderazgo político ni se conoce el plan A ni menos aún el plan B. Eso sí, pulula un sinfín de políticos y financieros lamentándose en medio de la nada, mientras las pocas noticias que hay de conversaciones serias y profesionales son más producto de la investigación periodística que de verdaderos compromisos públicos de construir una alternativa financiera para este país.

No es verdad que Galicia no tiene solución, pero puede serlo que no tiene dirección en estos momentos. Incluso es probable que el futuro financiero de Galicia se esté discutiendo fuera de Galicia. “Estamos en condiciones de asegurar el músculo financiero de Cataluña”, proclamó anoche Mas. ¿Cuándo le escucharemos un mensaje así a Feijóo? ¿O aguardaremos a que nuestro futuro también sea el de Cataluña?

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Méndez sigue ahí

Las viejas tensiones entre A Coruña y Vigo no han desaparecido tras la fusión de Caixa Galicia y Caixanova, y la incertidumbre que planea sobre el sector, lejos de contenerlas, las aviva por momentos. Hay problemas en A Coruña con CXG y su socio el empresario Manuel Añón y hay problemas en la antigua Caixanova, que también tiene otro tipo de asuntos internos por resolver. El que más tranquilo parece estar es José Luis Méndez, ahora presidente de la Fundación Caixa Galicia, que lleva un tiempo ajeno a todo lo que se cuece en sus antiguos dominios financieros. Por cierto, que ya no falta quién se pregunte qué pasará con la fundación si la caja deja de ser una entidad financiera y se convierte en accionista de un banco. A Méndez le recortaron un poco sus alas presupuestarias pero sigue gozando de un puesto donde no parece fácil removerlo, en un momento donde nadie sabe muy bien qué significa caja y qué significa fundación. Y es que pase lo que pase, alguien tendrá que proteger la obra sociocultural... ¿O no?